Memoria traumática: cómo curarla.
¿Alguna vez te han dicho cuando estás estresado que dejes de preocuparte y te relajes? ¿Que todo está en tu cabeza? Estaría bien que fuera así de simple. Pero no lo es.
La investigación en fisiología muestra que la memoria de respuesta al estrés reside en el sistema nervioso. Tomemos un ejemplo de exposición a un evento estresante. Uno en el que te sentías impotente, desesperanzado y sin control. En este caso, tu sistema nervioso autónomo (SNA) se involucra y entra en acción. Es la parte del sistema nervioso responsable de controlar las acciones inconscientes del cuerpo, como la respiración. En concreto, es la rama simpática (lucha o huida) del SNA la que reacciona cuando aparece la tensión. Además, el eje hipotalamo-hipófisis-adrenal del cerebro medio (mesencéfalo) se dispara. De esta manera, una señal del hipotálamo envía un mensaje hormonal a la glándula pituitaria que a su vez estimula las glándulas suprarrenales.
Para activar esta respuesta de lucha o huida, las hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina son liberadas por las glándulas suprarrenales. Ayudan a nuestro cuerpo a movilizarse con rapidez para huir del peligro. De acuerdo con Peter A. Levine, experto en trauma en el campo de la psicoterapia, el trauma se produce cuando este proceso biológico es abrumador y una persona es incapaz de liberar y procesar el evento estresante. Es posible evitar una respuesta traumática descargando la energía generada. Por ejemplo, temblar, llorar y gritar puede permitir que el individuo procese físicamente el estrés.
No todo el estrés está todo en tu cabeza.
No obstante, si la respuesta al estrés no se procesa, permanece en los tejidos del cuerpo. Cuando posteriormente se produce un evento estresante que no representa una amenaza seria, aflora y se recupera la memoria traumática. Se libera una gran cantidad de hormonas del estrés. La sangre se precipita, fluye a las extremidades, las pupilas se dilatan, el tono muscular aumenta y sube la tensión, se incrementa la frecuencia respiratoria, el corazón late más rápido y se produce la sudoración. Por lo tanto, el sistema nervioso responde como si este pequeño incidente fuera una amenaza potencialmente mortal.
Esta respuesta biológica está claramente más allá de la capacidad del control racional. No puedes pensar en cómo superar la situación. El estrés crónico conduce a la disociación o la inmovilidad, a un estado de carga “simpática” y liberación hormonal perjudicial para la salud. El tronco encefálico (la parte primitiva del cerebro) gobierna la experiencia emocional y la respuesta biológica. Cuando el tronco encefálico es activado por la respuesta de luchar o huir, prevalece sobre la parte frontal más desarrollada del cerebro, la corteza prefrontal. Por lo tanto, no es posible estar en el estado primitivo de luchar o huir y a la vez pensar de una manera racional y con sentido crítico (como la corteza prefrontal persigue que hagamos).
La propuesta de Peter Levine:
La cuestión es: ¿cómo pueden los seres humanos liberarse de la inmovilidad? Salir de este estado de congelación puede ser una experiencia tremendamente energética. Sin un cerebro racional, los animales no lo piensan dos veces, simplemente actúan. Sin embargo, cuando los humanos comenzamos a salir de la respuesta de inmovilidad, a menudo nos asusta la intensidad de nuestra propia energía y de la agresividad latente, y nos revelamos contra el poder de las sensaciones. Esta evitación impide la descarga completa de la energía necesaria para restaurar el normal funcionamiento del sistema.
El estrés sin procesar se almacena en el cuerpo como memoria traumática.
El estrés no procesado se convierte en memoria traumática que permanece latente en el cuerpo. Un suceso que actúe como disparador en el momento presente puede hacer que la memoria almacenada vuelva a aparecer. Comprender lo que sucede en nuestro cuerpo y cerebro, nos lleva a la compasión. Aprender por qué nuestro cuerpo responde de la manera en que lo hace, nos lleva a la toma de conciencia y al empoderamiento. Nos aleja de ser víctimas aisladas y temerosas. Cuidando de nuestros cuerpos y comprendiendo sus respuestas autoprotectoras, podemos liberarnos de la vergüenza.
Cuando comprendemos el proceso fisiológico que está tratando de mantenernos a salvo (de un viejo recuerdo o trauma) podemos reemplazar el juicio interno por la amabilidad, la gentileza: el queremos a nosotros mismos se hace posible. Puede que no nos sirva en el presente (la respuesta autoprectora del proceso fisiológico), pero en el pasado sí nos sirvió. De hecho, nos ayudó a sobrevivir.
La tarea consiste entonces en volver a entrenar al cuerpo. Esto puede hacerse utilizando prácticas como la meditación orientada a la sensación sentida o senso-percepción, la respiración profunda, la tonificación vocal, el movimiento y la danza espontáneos, el yoga, escuchar música relajante, pasar tiempo en la naturaleza, correr o hacer senderismo. O simplemente recibir un abrazo de un ser querido, que libera oxitocina, una hormona natural producida por la glándula pituitaria que favaorece la unión y la conexión.
Estas son herramientas para desactivar la respuesta “simpática” y activar la respuesta “parasimpática” opuesta, que activa el mecanismo del descanso y la digestión. El objetivo es sentirse seguro, para regular la respiración, desacelerar los latidos del corazón y hacer circular la sangre de vuelta a los órganos vitales.
Estas poderosas prácticas cambian nuestra fisiología y afectan a nuestro estado de ánimo. La próxima vez que alguien sugiera que todo está en tu cabeza, tendrás una respuesta diferente. Este conocimiento nos da poder para sanar heridas antiguas. Al reconocer el poder que el trauma juega en tu vida y comprender los mecanismos por los cuales se produce la curación, puede hacer una vida más alegre e encarnada, incorporada en el cuerpo.
Por su interés transcribimos este artículo escrito por Melody Walford y publicado en https://upliftconnect.com/stress-its-not-in-your-head-its-in-your-nervous-system/